. . . donde la discreción y la prudencia no tienen cabida y las palabras adquieren la dimensión justa de lo que cada cual esté dispuesto a percibir.

Con novio o sin él

Quizá hoy debería escribir algo sobre el "adiós" o, al menos, así lo pensé hacer esta mañana al despertar. Pensé que escribiría que no me gustan las despedidas y que prefiero un ¡hasta luego!, ¡hasta pronto!, ¡cuídate! o un ¡nos vemos!. Escribiría que cuando llega el momento acostumbro a ahogar en un mar de silencio cada una de las letras que componen la palabra. Pero como es habitual desde hace ya más de dos meses he decidido aplazarlo para otro día y escribir sobre regaderas. Perdón, matizo, he decidido transcribir algunos fragmentos del artículo de Ray Loriga publicado ayer en el número 1818 de El País Semanal, su título "Corre, corazón". Leer mas...
La joven F había acumulado tantas flores en sus cuatro balconcitos que la pequeña regadera que tenía ... ya no servía ... era tan pequeña que obligaba ... a ir y venir al baño una veinte de veces cada vez que regaba. ¿A qué tantas flores -le decía su buena madre cuando venía a visitarla-, es que no tienes novio?. La señorita F fingía no prestar atención ... y así día tras día y año tras año, hasta que se dijo: ¡Ya está bien!. Desde que se dijo eso hasta que se decidió a hacer algo al respecto pasaron dos meses, lo cual no es tan raro porque a veces las decisiones se dilatan y se maduran, o se distraen por una cosa o por la otra. Pero una buena mañana ... cogió el monedero y ... "Con novio o sin él, me haré con una regadera más grande". Y dicho y hecho. [...] "Ahora se va a enterar mi madre". [...] Se moría de ganas por probar su nueva regadera, pero como se había precipitado regando por la mañana ... no tuvo más remedio que esperar al día siguiente. [...] durmió intranquila ... pero al despertar ... sintió que el día en lugar de una promesa traía una certeza, y sin desayunar ... se puso a la tarea. ¡Qué diferencia! ... Una vez regadas las flores, se sentó tranquilamente a fumar un cigarrillo y pensó en su madre. ¡A ver qué dices ahora! Después se preparó un té con limón y se dispuso a enamorarse.
Quizá otro día escriba sobre el adios.

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