Digo, señor, que vuestra merced ha dicho muy bien: que para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced.
¿No te lo decía yo? -dijo don Quijote-: ¡Espérate, Sancho, que en un credo las haré!
Y, desnudándose con toda prisa los calzones, quedó en carnes y en pañales, y luego, sin lo más ni más, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas, que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante, y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco.
Miguel de Cervantes, en 'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha'