. . . donde la discreción y la prudencia no tienen cabida y las palabras adquieren la dimensión justa de lo que cada cual esté dispuesto a percibir.

Ida y vuelta


















Pasé el pincel pequeño
con mucho cuidado
de no manchar la piel.
Esperé que secaran
y luego repetí el procedimiento
uña por uña:
no se veía ni un milímetro de las uñas originales.
Me dio una repentina
claustrofobia incontenible
como si me hubiera enterrado a mí misma
bajo un manto sintético.
El quitaesmalte
en pocos segundos
devolvió las uñas a la superficie.
Alivio.
Las manchitas blancas
que las uñas a veces tienen
me saludaban alegres
y parecían
margaritas salvajes en un campo soleado.

Gabriela Luzzi, en 'Ida y vuelda'


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