. . . donde la discreción y la prudencia no tienen cabida y las palabras adquieren la dimensión justa de lo que cada cual esté dispuesto a percibir.
No molestar
Me resisto, a saludar en el ascensor a poner el televisor y a pasar una semana sin hacer el amor. No resisto a la tentación de colgar un letrero en mi puerta donde diga . . .